jueves, 1 de marzo de 2018

Me confieso...

Será que estoy malucha, con fiebre y tiritona, que me duele la cabeza, el cuello, la garganta y que hoy estoy simplemente cabreada, asqueada y un poco hasta más allá de la coronilla...
 
Confieso que me cabrea mucho la frasecita que me gritan varias veces al día desde otros despachos: ¿estás ocupada? No, me estoy comiendo los mocos, me apetece contestar (como opción más fina)... pues ven a ver si estoy ocupada o llámame al teléfono, pero no me grites, que esto parece una casa de locos gritones (alucina mamá... pero nuestra adolescencia fue más silenciosa que cualquier mañana en el despacho). Y tanto responda sí como no, me insisten para que deje lo que estoy haciendo y me levante  para una mierda de cosa que no tiene nada que ver con el trabajo y ni es una urgencia (un puto video del WhatsApp por ejemplo, o la prueba de un maquillaje o un cotilleo de alguien que ni conozco)... confieso ser la tonta que cae todos los días y se levanta y sale del despacho para volver resoplando... y si cierras la puerta porque estás tratando de hacer un informe mientras se está de tertulia, te la abren para preguntar ¿te pasa algo? ¿por qué te cierras?... venga, va... será que con la edad necesito más concentración y que no soporto los gritos y alaridos fuera de los grupos metaleros y de las pelis de terror.
 
Confieso que soy una jefecilla de mierda... me cabrea tener que pedir las cosas varias veces para que se hagan; si las he dicho una vez, ¿no vale? Algunos me dicen que delego poco, que quiero las cosas con rapidez, que soy demasiado directa en mis opiniones... Somos adultos y no niños de la LOMCE... me cabrea tener que repetir y repetir a alguien que haga una cosa... ¿Te lo he dicho una vez? Pues no insisto, puñetas... y si es que se te olvida, apúntala, anótala, tatúatela, ponte un nudo... pero venga, a estas alturas de la vida... ¿Y cuando alguno te dice que es que ni siquiera ha abierto el mail o no ha abierto la carta porque pensaba que no era cosa suya? Hombre, puedo confundirme en enviar un mail o un carta pero raro es si te lo mando expresamente... ¿no tienes ni un segundo para abrirlo?  Y luego, que soy muy estricta y una intransigente... ¿Por qué no quiero que se me acumule la faena? Pues bien, vale... confieso ser una intransigente jefecilla de mierda...  ¿Te ofende? ¿El qué? Si es trabajo, nada personal... es que no me veo en el plan de "ruego por favor, que me perdones pero te insisto en que abras el correo electrónico para que leas el mensaje que te envié el mes pasado, hace quince días, la semana pasada y ayer... y que necesitaba que me contestases hace tres semanas... perdona por la insistencia (páncreas mío)"...

Confieso que me toca mucho las narices que cuando alguien viene a preguntar o consultar algo, según quién lo reciba, directamente me lo pasen a mi despacho o lo larguen para que vuelva cuando esté yo... ¿qué pasa? ¿no puedes atenderle? Es igual que lo de no coger el teléfono, no acercase al fax  (esa máquina todavía existente), no coger las cartas del cajetín de correos, ni poner el rollo de papel cuando se gasta, ni cargar de papel la impresora, ni avisar de que se ha atascado ni hacer amagos de solucionarlo, ni saber nunca qué se tiene que llevar el conductor por más que en la nevera allá un cartelón con la recogida de muestras pendiente, ni querer saber nada que se salga de su mycombo.

Confieso que alguna vez, o muchas, dependiendo del mal humor de mierda que tenga, me dan ganas de ser una tremenda hija de puta y cronometrar el tiempo de cigarrito diario de algunos... no sé, traer mi libro y salir a la par... estoy convencida de que me daría tiempo a leer media novela o más al día... porque si me compro un paquete de pipas, lo acabo y siguen de cigarrito... y ya la leche es cuando alegremente comentan  que se van a dar un paseo para estirar las piernas... coño, vete de inspección y estira las piernas cocina arriba, almacén abajo... y luego te dicen que tienen mucho trabajo y que no les da tiempo a sacar la faena del mes... y en mi cabeza estallan los chillidos que no salen por mi boca calculando que de cada hora, veinticinco minutos son para el cigarrito... ¿te quedan pulmones? En serio, ¿no eres consciente del problemón que tienes?

Confieso que me jode que me llamen a mi móvil personal para asuntos de trabajo, ¿para qué llevo siempre encima el móvil del trabajo? (Sería casi siempre, porque cuando voy al baño, a veces no lo llevo encima... y sí, justo en esas ocasiones lo oyes a lo lejos mientras estás a mitad del pis).  Habitualmente durante la jornada, mi teléfono privado se queda en el maletero del coche, o en el despacho o si suena en mitad de una inspección, no lo voy a coger nunca... ni miro los mensajes del WhatsApp cada vez que llega uno... si a veces al salir hacia casa me encuentro más de 300 mensajes de los dichosos grupos, ¿cómo voy a reparar que en uno de ellos hay una foto para que revisara el etiquetado y te contestase al momento? De igual modo, ¿para qué tienes un móvil del trabajo si siempre está apagado? No te voy a llamar a tu teléfono personal para cuestiones de trabajo... ¿no te parece?

Pues eso, que hoy estoy de confesiones de mala bicha porculera... Y sí, estas cosas las he comentado en el trabajo... y algunos han puesto caras raras, pero sigo siendo la tonta que se levanta cuando le gritan el ¿estás ocupada? y la estúpida que ha desatascado la impresora todos los días de esta semana... me voy con mi manta y mi ibuprofeno a ver si mañana mejora mi humor mierdero.

2 comentarios:

  1. Pues según lo que leo, creo que me gustaría tenerte de jefe.

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  2. Ay Marta, mi fiel lectora... Tan loca como yo, o más... Una cerveza quedaría corta para agradecer tus lecturas y comentarios.

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