Lo soy... y qué!!!

Estaba revisando unas inspecciones y definitivamente, soy una tocapelotas… vamos, algo ya había notado, pero ahora lo tengo clarísimo, una tocapelotas integral. ¡Cuánta razón tiene mi sabia madre!

Debe ser mi afán escribiente y por eso las inspecciones son tan largas y a menudo muy descriptivas; solamente faltan ir aromatizadas porque muchas ya van con las manchas de suciedad y grasa puestas.

Por eso, cuando leo inspecciones posteriores realizadas por compañeros que me sustituyen, se me quedan cojas. No sé qué corrigieron, si lo hicieron, o si han visto algo nuevo reseñable… para mí eso de “condiciones higiénicas aceptables” es como decir que una colchoneta de playa es un medio de transporte marítimo- bueeeeeno pero noooo. No me convence.

Si nos ponemos en el otro lado, cuando el veterinario ve el expediente debe flipar… esta tía que tocapelotas (está claro) si esto parece una novela más que un expediente. Y tampoco se van a meter en jardines y marrones para dos semanas que pueden estar por estos lares.

En mi equipo hay gente que hace lo mismo que yo, inspecciones que son un catálogo de descripciones de deficiencias, con lo cual, cuando vas de primeras a esos sitios eres capaz de identificar sin dudas todo lo relatado- con el consiguiente alucine del inspeccionado (menuda cara de pez que se les queda). No obstante, como siempre, tenemos a los dinosaurios de la inspección en una única frase, la dicha antes o la de “las condiciones higiénicas son mejorables”.

Con esto no estoy diciendo que mi opción sea la buena, ni mucho menos, que es la que más trabajo entraña después: grabar la inspección, se incrementa la frecuencia de inspección por el número de deficiencias reseñadas, más largos son los informes… más se cagan en tus muelas…

Solamente afirmo, sí, soy una tocapelotas… y así nadie se lleva a engaño.