lunes, 19 de julio de 2010

La educación se perdió en un ascensor

Viniendo de mi, la asocial perdida, el comentario de hoy es casi contradictorio. Me explico:

Trabajamos en un centro de salud, grande y bastante moderno, en el que se ha construido una nueva ala de consultas que hay que equipar. Como en todos los centros, el mostrador de admisiones e información suele encontrarse lleno de gente pidiendo cita, solicitando un cambio de consulta, preguntando dónde está la consulta de su médico... ¿Cómo demonios puede ser que no haya nadie para atenderles?
Luego los ves pululando entre los pasillos, perdidos y terminan dándome volantes de no sé qué... joer, que soy la veterinaria...
... es que abajo me han dicho que pregunte arriba...
... es que abajo no hay nadie...
... ¿entonces no me puede dar cita para el dermatólogo?...

Son seis personas las que deberían estar abajo, turnándose para desayunos, vacaciones y demás... pues que no, que si solamente está una no atiende porque tiene que coger el teléfono y si están dos, se ponen a cascar entre ellas y se desentienden de la fila... Vamos, que ni a nosotros, que supuestamente somos compañeros nos hacen ni pajolero caso cuando pedimos algo, o en mi caso, ni me saludan cuando entro y digo buenos días (ya me contesto a mi misma, porque sigo diciendo ¡¡hola, buenos días!!! seguido de un ¡¡buenos días!! a los dos segundos porque eso es como la nada, ni eco siquiera) Eso sí, para los regalitos de Navidad o para los cumpleaños en los que hay algo de papeo bien que nos conocen "las simpáticas".

Para alucinar ya, la de hoy... un hombre que termina en mi despacho para ver si yo sé cómo debe colocar los asientos de las salas de espera y si sé cuáles van a ser las nuevas consultas... Pues no, pregunte abajo... Es que abajo no me atienden... ¿cómo que no le atienden?... es que dicen que están muy ocupadas para atender el mostrador... ¿Y que hacen pues?... Han dicho que se van a desayunar...
Con dos cojones, sí señor.

¿Cómo diablos no va a pensar la gente que los que trabajan en la administración son unos vagos?
¿Cómo no se va a pensar que los desayunos son eternos y que siempre está todo el mundo desayunando?
Sé que el trato al público es cansado y agotador, pero ¿qué cuesta decir hola, adiós o un buenos días? ¿Y lo de tratar a gritos a la gente?

Creo que un día de estos, que me sienta generosa, compraré un cargamento de los cereales esos del anuncio que te quitan la cara de estreñida y un libro con ilustraciones en el que Epi y Blas o Supercoco enseñan el hola y el adiós... Mientras tanto seguiré saludando al entrar aunque me tenga que contestar a mí misma:
¡Hola, buenos días!
¡Hola!

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